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Odnośniki


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significado ella capta; frecuentemente est� entristecida,
pero luego se alboroza y regocija. Lo mismo hace Dios
con el alma del Hombre.
Ya te detienes morosamente. Ya te apresuras de
aqu� para all�, movi�ndote sin cesar. Lo mismo es la
mente del Hombre, que vive cuando est� en actividad y
muere cuando se deja llevar por la pereza.
Escribes tus canciones sobre la superficie de las
aguas; y despu�s las borras. Otro tanto hace el poeta
cuando est� creando.
Del Sur llegas c�lido como el Amor; y del Norte,
fr�o como la Muerte. De Oriente, como el toque del
Alma; y del Poniente con la violencia de la ira y de la
Furia. �Eres tan cambiante como la Edad, o eres el co-
rreo de nuevas noticias desde los cuatro puntos de la
tierra?
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Te encrespas sobre el desierto, aplastas con tu pie a
las caravanas inocentes, sepult�ndolas bajo monta�as de
arena. �Eres por ventura la misma brisa suave y jugue-
tona que tiembla al amanecer entre las hojas y las ra-
mas, y se diluye como un sue�o a lo largo de los
sinuosos valles, donde las flores se inclinan para salu-
darte, y los tallos de la hierba se encorvan con los p�r-
pados pesados, cuando se intoxican con tu aliento?
Surges de los oc�anos y sacudes sus profundidades
silenciosas con tu cabellera, y devoras en tu cólera las
naves y sus tripulaciones. �Eres acaso la misma aura
sutil que acaricia los bucles de los ni�os cuando andan
jugando por su casa?
�Adónde transportas nuestros corazones, nuestros
suspiros, nuestros alientos, nuestras sonrisas? �Qu�
haces con las llameantes antorchas de nuestras almas?
�Las llevas m�s all� del horizonte de la Vida? �Las
arrastras como v�ctimas propiciatorias a cavernas dis-
tantes y horribles, para destrozarlas?
En la noche tranquila y sosegada, los corazones te
revelan sus secretos. Y al llegar la alborada, los ojos se
abren a tu gentil caricia. �Reparas en lo que ha sentido
el corazón o visto los ojos?
Entre tus alas deposita el triste el eco de sus melan-
cólicas canciones, el hu�rfano los fragmentos de su des-
pedazado corazón, y el oprimido sus gemidos dolorosos.
Entre los pliegues de tu planto pone el peregrino sus
anhelos y su nostalgia, el abandonado su amargura, y la
mujer ca�da su desesperación.
�Guardas todo esto que te entrega el humilde en tu
seguro seno? �O eres como la Madre Tierra que sepulta
cuanto produce?
�Escuchas estas quejumbres y lamentos? �Te haces
eco por ventura de estos gemidos y del lloro de estos
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seres angustiados? �O eres como los soberbios y los po-
derosos, que no ven la mano que se extiende hacia ellos
ni escuchan los gritos de los pobres?
�Oh Vida! �De todo lo que escuchas qu� oyes?
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12. AMOR Y JUVENTUD
Un joven en los albores de la vida estaba sentado a
su mesa de estudio en una mansión solitaria. Ya miraba
a trav�s de la ventana al cielo tachonado de fulgurantes
estrellas, ya volv�a la vista hacia el cuadro de una don-
cella, que sosten�a en la mano. Sus l�neas y colores eran
una verdadera obra maestra; se reflejaban en la mente
del joven y le abr�an los secretos del Mundo y el miste-
rio de la Eternidad.
El cuadro de la mujer estaba llamando al joven que,
en aquel momento, sintió que sus ojos se convert�an en
o�dos y entend�an el lenguaje de los esp�ritus que flotaba
por la estancia; y su corazón se sintió transido de amor.
As� fueron pasando las horas como si sólo fuesen un
momento de alg�n ensue�o maravilloso, o un a�o nada
m�s en la vida de la Eternidad.
Entonces colocó el joven la imagen ante s�, cogió la
pluma y comenzó a verter sobre el pergamino los
sentimientos de su corazón.
�Amada m�a: La gran verdad que trasciende a la
Naturaleza no se comunica de un ser a otro por medio
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del habla humana. La verdad prefiere el Silencio para
llevar su significado alas almas amantes.
Ya s� que el silencio de la noche es el mejor mensa-
jero entre nuestras dos almas, porque es portador del
mensaje del Amor y recita los salmos de nuestros cora-
zones. De la misma manera que Dios ha hecho a nues-
tras almas prisioneras de nuestros cuerpos, el Amor me
ha hecho tambi�n cautivo de las palabras y del habla.
Dicen, Amada m�a, que el Amor es una llama
devoradora que arde en el corazón del hombre. Desde la
primera vez que nos vimos, supe que te hab�a conocido
durante siglos, y comprend� cuando nos separamos que
nada era lo bastante fuerte para mantenernos alejados.
La primera vez que te vi, no fue realmente la prime-
ra. La hora en que se encontraron nuestros corazones
me confirmó en la creencia en la Eternidad y en la in-
mortalidad del Alma.
En un momento como �se, la Naturaleza levanta el
velo de quien se cree oprimido y descubre y acredita su
justicia imperecedera.
�Recuerdas aquel arroyuelo junto al cual nos sent�-
bamos a contemplarnos, Amada m�a? �Sabes que tus ojos
me dec�an entonces que tu amor no brotaba de la pie-
dad, sino de la justicia? Y ahora puedo proclamarme a
m� mismo y al mundo que las d�divas que derivan de la
justicia son mayores que las que se deben a la caridad.
Y puedo tambi�n decir que el Amor, hijo de la
casualidad, es como el agua estancada de los pantanos.
Amada m�a, ante m� se extiende una vida que puedo
convertir en grandeza y belleza, una vida que empezó
con nuestro primer encuentro y que durar� toda la eter-
nidad.
Porque s� que t� puedes propagar el poder que Dios
me ha otorgado, para expresarlo en grandes palabras y
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acciones, como el Sol hace nacer las flores fragantes de
los campos.
Y por eso, mi amor hacia ti durar� eternamente.�
El joven se levantó y atravesó lenta y pausadamente
la habitación. Miró a trav�s de la ventana y vio que la
Luna emerg�a del horizonte y llenaba el vasto espacio
con su delicado resplandor.
Despu�s volvió a su mesa y escribió:
�Perdóname, Amada m�a, por hablarte, en segunda
persona. Porque t� eres mi otra hermosa mitad, que me
ha faltado desde que salimos de la mano sagrada de
Dios. �Perdóname, Amada m�a!�
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13. LA SABIDUR�A Y YO
En el silencio de la noche, la Sabidur�a penetró en
mi cuarto y se quedó de pie junto al lecho. Me miró con
la expresión de una madre cari�osa, enjugó mis l�gri-
mas y me dijo:
He escuchado los gemidos de tu alma y he venido a
consolarte. Abreme tu corazón, que yo lo llenar� de luz.
Preg�ntame, que yo te mostrar� el camino de la Verdad.
Atend� a su indicación y le pregunt�:
 �Qui�n soy yo, Sabidur�a, y cómo llegu� a este lu-
gar de horrores? �Qu� son estas inmensas esperanzas,
estas monta�as de libros y estas extra�as figuras? �Qu�
son estos pensamientos que vienen y van como banda-
das de palomas? �Qu� son estas palabras que articula-
mos con deseo y escribimos con alegr�a? �Qu� son estas
tristes y gozosas conclusiones que abrazan mi alma y
envuelven mi corazón? �De qui�n son estos ojos que me
miran y taladran hasta los rincones m�s oscuros de mi
alma y, sin embargo, no se ocupan de mi pena? �Qu� son
estas voces que lamentan el paso ef�mero de mis d�as y
cantan las alabanzas de mi ni�ez? �Qui�n es este joven
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que juega con mis deseos y se burla de mis sentimientos,
olvid�ndose de las acciones de ayer content�ndose
exclusivamente con lo peque�o de hoy y arm�ndose con- [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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