Odnośniki
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[ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] Venters adivinó entonces la significación del peñasco. Estaba destinado a la defensa. Los trogloditas, huyendo de sus enemigos, penetraron en aquel último refugio y, tallaron la roca hasta que, adquiriendo un balanceo perfecto, quedó dispuesta para que unas manos fuertes pudiesen precipitarla. justamente había bajo ella un gran saliente de roca derruído en su base, y la roca movible, al precipitarse, hubiera caído sobre él, produciendo así en la gran pendiente un terrible alud que nada podría detener. Todos los salientes (algunos tan grandes como casas) que formaban los derruídos muros de aquel camino desgajaríanse al paso de la gran roca y cerrarían para siempre la salida hacia el Desfiladero de la Decepción. -¡De buena me he librado! -exclamó Venters-. ¡Una roca movible! ¡Si sigo empujando, se va abajo! Los trogloditas que la crearon para su defensa no necesitaron valerse 49 Librodot Los jinetes de la pradera roja Zane Grey de ella. Murieron, desaparecieron, y aquí quedó su obra, seguramente tal como la dejaron... Pero otro solitario morador de estos riscos podría utilizarla... Si encuentro agua, aquí me ocultaré. Bajó por la garganta del otro lado. El descenso era gradual; el camino, estrecho, recto durante un buen espacio. o. Entre las altísimas paredes reinaba la oscuridad, y, al dar una vuelta, la senda hacíase muy angosta; apenas tenía tres metros de ancho, y estaba completamente envuelta en tinieblas. Mas a lo lejos veíase alguna claridad, v otra vuelta insospechada del camino llevó a Venters a la luz del día y a un espacio abierto. Por encima del joven cerníase un maravilloso arco de piedra que unía los opuestos muros de un cañón, y a través del enorme ojo del puente natural veíase un hermoso valle iluminado por los dorados reflejos del sol poniente, que se quebraban en los riscos y farallones circundantes. Venters quedó mudo ante aquel maravilloso espectáculo. El valle formaba una obra de una milla de largo por media de ancho; las paredes que lo circuían eran suaves y curvadas hacia dentro, formando grandes cuevas. El suelo del valle parecíale mucho más elevado que el del Desfiladero de la Decepción y los cañones que lo cruzaban. No había en él artemisas rojas; en lugar de éstas crecían tiemblos y robles, y a través del bosque corría una ancha faja de brillante verdor, formada por sauces y álamos, que diseñaban el curso de un arroyo. -Aquí hay agua... y éste es un lugar a propósito para mí -dijo Venters-. Sólo los pájaros pueden asomarse por encima de aquellas paredes. Este escondite vale mucho más que el de Oldring. Venters no perdió más tiempo; rápidamente dio la vuelta para regresar. Bautizó el cañón con el nombre de «El Valle de la Sorpresa», y a la enorme roca que defendía la salida, con el de «La Roca Movediza». Al bajar la pendiente no sufrió los temores que le sobrecogieron al subirla. Con todo, estaba intranquilo, y no podía concentrar los pensamientos sobre el mejor modo de llevar a la muchacha al nuevo escondite. Al llegar al final del escarpado pasaje se detuvo y descansó. junto al sitio donde la pared doblaba, allí donde estaba el contrafuerte, vio un pequeño saliente de roca que podía servir para aguantar el dogal de su lazo. No le hacía falta otra cosa para escalar aquel elevado lugar. Y como proyectaba volver protegido por la oscuridad nocturna, lo que más falta le hacía era saber dónde comenzaba la ascensión. Se proveyó de algunas piedras y deslizóse por la pendiente en donde estaban los escalones y a cuyo final había dejado sus zapatos y su rifle. Marcó con las piedras el principio de la singular escalinata y colocó la liebre muerta en el primer peldaño; luego, procuró retener en la memoria el original aspecto del conjunto de la escarpadura. Calzándose, reflexionó si sería mejor dejar el rifle en aquel lugar o si le convendría llevárselo. Por fin pensó que dejándolo allí tendría una carga menos, por lo que emprendió el regreso sin el arma. Al avanzar se detenía de vez en cuando para fijarse exactamente en el camino, con objeto de poderlo recorrer más tarde sin dificultad. Al llegar a la faja de cedros ató su pañuelo en el primer árbol y avanzó después decididamente hacia su campamento, porque no dudaba ya de encontrar el camino. La creciente oscuridad le permitió andar sin miedo a sorpresas. Al trasponer el bosquecillo que cerraba la mella de su campamento oyó el relincho de Camorra, y entonces pensó que se había olvidado de él. No sería posible hacerle subir al abrupto camino del Valle de la Sorpresa, y era preciso dejarlo donde ahora se hallaba. Los otros caballos podrían llevarse a la hondonada y soltarlos allí para que se alejasen, que era lo que a él le convenía. Debajo de los abetos, junto al manantial, la oscuridad era mayor, mas no tanto que la aguda vista de Venters no percibiera el blanco óvalo del rostro de la muchacha. Se inclinó sobre ella con gran precaución para no asustarla, y al mismo tiempo con miedo por si entre tanto hubiese muerto. Pero la halló dormida, y esto animó a Venters a una renovada actividad. 50 Librodot Los jinetes de la pradera roja Zane Grey Arregló sus alforjas y se las puso a la espalda, asegurándolas con un lazo. Los perros mostraban tener hambre, pero Venters no se cuidó de ello ni pensó en que él mismo no había [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] |
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