Odnośniki
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[ Pobierz całość w formacie PDF ] su mujer. Una triste lamparilla, escondida entre cristales mates de un blanco rosa, alumbraba desde un rincón del gabinete; en la alcoba en que dorma Emma, las tinieblas estaban en mayora; la poca luz que all alcanzaba serva sólo para dar formas disparatadas y formidables a los ms inocentes objetos. Bonis se acercó al lecho a tientas, estirando el cuello, abriendo mucho los ojos y pisando de un modo particular que l haba descubierto para conseguir que las botas no chillasen, como solan. Esta era una de las fatalidades a que se crea sujeto por ley de adverso destino; siempre las suelas de su calzado eran estrepitosas. Al acercarse a su mujer se le ocurrió recordar al moro de Venecia, de cuya historia saba por la ópera de Rossini; s, l era Otello y su mujer Desdmona... sólo que al revs, es decir, l vena a ser un Desdmono y su esposa poda muy bien ser una Otela, que genio para ello no le faltaba. Lo principal, por lo pronto, era averiguar si dorma. l se lo pidió al Hacedor Supremo con todas las veras de su corazón. Haba pasado un cuarto de hora de la sealada para las ltimas friegas de la noche. -Por lo menos calla -pensó, cuando ya estaba quieto, porque sus pies haban tropezado con los de la cama. Por desgracia, el silencio no era prueba del sueo; es ms, aunque tuviese los ojos cerrados no haba prueba; porque muchas veces, por mortificarle, por castigarle, callaba, as, con los ojos cerrados, y no responda aunque la llamase; no responda a no ser, terrible era pensarlo!, pero, cómo negrselo a s mismo?, a no ser con una bofetada y un: -Toma! Vete a asustar a tu abuela!... Infame, traidor, mal marido, mal hombre! etc., etc. Todo esto era histórico; ya saba Bonis que si algn da se le ocurra escribir sus Memorias, que no las escribira, para qu?, habra que omitir lo de las bofetadas, porque en el arte no podan entrar ciertas tristezas de la realidad excesivamente miserables, y lo que es sus Memorias, o no seran, o seran artsticas; pero omitiralas o no, las bofetadas eran históricas. No haban sido muchas, pero haban sido. Y ms tena que confesarse, que en rigor, en rigor, no le ofendan mucho; ms quera un cachete, si a mano viene, que una chillera; el ruido lo ltimo de todo. Adems, Emma cuando le insultaba, se repeta; s, se repeta cien y cien veces, y aquello le llegaba a marear. Verdad era que cuando le pegaba se repeta tambin; bueno, pero no tanto. Leopoldo Alas Clarn: Su nico hijo -44- Emma tena los ojos cerrados. Su esposo no se fiaba y le acercó un odo a la boca. Su respiración tena el ritmo regular del sueo. Poda ser fingido. No se saba si dorma o no. En cuanto a llamarla, haca tiempo que haba renunciado a semejante prueba. Prefera estar all, con la cabeza inclinada sobre el rostro de la supuesta enferma, porque, en todo caso, constara que l, Bonis, haba cumplido con su deber procurando indagar si el sueo de su esposa era real o fingido. Si pasaban tres o cuatro minutos, declaraba a Emma en rebelda y se retiraba satisfecho por haber cumplido con su deber. Poda al da siguiente echarle en cara su abandono, el olvido en que la tena, etctera, etc.; pero l estaba seguro de que se quejaba sin razón, porque se deca: Si estaba despierta, demasiado sabe que no falt de mi puesto; si dorma, para qu necesitó de m? Pasaron los cuatro minutos de espera y Bonis quiso, por lo excepcional de las circunstancias, prolongar la experiencia. A los cinco minutos Emma abrió los ojos desmesuradamente, y con una tranquilidad fra y perezosa, dijo, en una voz apagada que horrorizaba siempre a Bonis: -Hueles a polvos de arroz. En las novelas romnticas de aquel tiempo usaban los autores muy a menudo, en las circunstancias crticas, esta frase expresiva: Un rayo que hubiera cado a sus pies no le hubiera causado mayor espanto! Sin querer, Bonis se dijo a s mismo muy para sus adentros el sustancioso smil un rayo que hubiera cado a mis pies, etc., y por una asociación de ideas, aadió por cuenta propia: Mal rayo me parta! Maldita sea mi suerte! -Hueles a polvos de arroz -repitió Emma. Tampoco ahora contestó Bonis en voz alta. Pensó lo siguiente: En todo soy desgraciado, hasta la Providencia es injusta conmigo; me castiga cuando no lo merezco: cien veces habr olido a polvos de arroz, y nada... y hoy... hoy que no hay de qu... hoy que no lo he... De repente, se acordó de Mochi, de su abrazo y de que, en efecto, las lgrimas de borracho con que le haba mojado, le olan a polvos de arroz. Malditsimo marica!, pensó; fue l, el sobón del tenor Mochi... y ahora, qu conflicto! qu tormenta! Porque quin le dice a sta... Mira, s, huelo a polvos de arroz, pero es porque... me abrazó [ Pobierz całość w formacie PDF ] |
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